viernes, 18 de noviembre de 2011

La tecnocracia al poder

Llegó el momento. Ya hay dos países cuyos dirigentes han dejado de ser los políticos elegidos en las urnas (nos gusten o no los resultados). Italia y Grecia pasan a estar encabezados políticamente por gestores y técnicos alabados y reconocidos por las instituciones europeas, principales organismos de acumulación de tecnócratas.


Pero, ¿es eso lo que necesitamos?

Mientras en las facultades de ciencias económicas se enseña la teoría económica dominante, la neoclásica, la tozuda realidad nos ha mostrado siempre que el camino de la economía va por otros senderos. ¿O es que acaso se cumplen las condiciones de competencia perfecta que los neoclásicos tanto adoran? ¿Acaso todos los mercados funcionan con información perfecta? ¿Es que oferentes y demandantes tienen los mismos poderes de negociación, están en igualdad de condiciones en el mercado? Y así podríamos seguir hasta desarbolar una por una todas las hipótesis (siempre en el plano teórico) que la ciencia económica nos ha enseñado.


Pues bien, son los que mamaron estas ideas económicas los que ahora van a guiar los rumbos económicos de estos dos países. Y, si se cumplen los vaticinios de las encuestas en el nuestro, en España también tendremos un grupo de gestores y cumplidores de los requisitos que dicta la teoría neoclásica, que es la que supuestamente gusta a los mercados (financieros).


El problema es que no existe una única teoría económica, no hay una verdad absoluta en las ciencias económicas, sino múltiples interpretaciones de la realidad que nos rodea. Y a partir de esas interpretaciones dispares se pueden construir modelos de crecimiento económico y de bienestar social diversos, según se valoren unas u otras opciones. Y eso es lo que a la política económica le corresponde: decidir cuáles son los objetivos prioritarios y cuáles los instrumentos para alcanzarlos. No son los técnicos en exclusiva, sino los políticos, que son los que verdaderamente resultan elegidos en los procesos democráticos, los que deben construir las soluciones que la población reclama a través de las urnas.


El problema es que, ahora, la clase política también ha olvidado cuáles son sus deberes y obligaciones y está dejando en manos de los gestores las soluciones económicas. Los políticos que gobiernan el mundo parecen meros gestores de los intereses de unos pocos. ¿Dónde están los ideales sobre los que se asentó Europa? ¿Adónde ha ido a parar la solidaridad, la cohesión, el deseo de crecer todos juntos? La crisis nos ha devuelto a una realidad de intereses particulares, un “sálvese quien pueda”, aunque sea a costa de los demás. Y en ese “sálvese quien pueda” deberían estar primero los más débiles, los que más sufren los resultados de las malas gestiones previas (desregulación, digámoslo claramente) de la economía financiera, no los que ya tienen asegurada la salvación (económica), es decir, los asesores, directivos y demás gurús financieros.


Los tecnócratas tienen como objetivo cumplir con los números que dicta Europa, pero esos números los consensuan los políticos, no lo olvidemos.

Laura Pérez Ortiz-Augusto Plató

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